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sábado, 30 de octubre de 2010

Catulo. Odi et amo.

Cayo Valerio Catulo fue un poeta latino, que todavía conserva gran importancia a día de hoy.

Hace unos días, en mi clase de latín, estuvimos estudiando su obra lírica, haciendo la profesora un breve hincapié en sus poemas dedicados a su amada Clodia, que se presentaba bajo el nombre de Lesbia en los textos.

Para entender bien esta serie de poemas, hay que explicar que Catulo mantuvo una breve relación con Clodia, pero que, no mucho después de su inicio, ésta bella patricia le fue infiel. En cada poema, se puede ir apreciando la transición del profundo amor a la confusión del despecho.

Para mí, y hasta donde puedo leer, es una obra capaz de transmitir a la perfección los sentimientos y emociones que se viven en las fases de un enamoramiento y de, algo aún más complejo y desentrañable, el desamor.

Pondré varios para que podáis juzgar vosotros mismos, en el orden de esta historia de amor.


Poema II.
Vivamos y amemos, oh Lesbia mía,
y démosles menos valor que a un as
a las voces de los viejos severos.
Los astros pueden morir y volver;
muerta nuestra breve luz, deberemos
dormir una última noche perpetua.
Dame mil besos, seguidos de un ciento;
luego otros mil, luego un segundo ciento;
luego otros mil seguidos, luego un ciento.
Después, hechos ya muchísimos miles,
revolvámoslos, para no saber
ni nosotros, ni el malvado que mira
acechante, cuántos besos nos dimos.

Poema III.
Lesbia me ha dicho las mayores injurias en presencia de su marido,
Y ésta es la mayor alegría para él.
¡Mulo, no sabes nada!
Si ella callara, olvidada de lo nuestro, estaría bien;
pero,dado que me insulta y me grita todavía,n
o sólo me recuerda, sino, lo que es mucho peor,
que está enfadada conmigo, que aún arde y se consume.

Poema IV.
Que es igual a un dios me parece aquel
(y que supera a los dioses, si es lícito)
que sentado frente a ti, sin cesar,
observa y escucha cómo
ríes con dulzor, lo que me arrebata
los sentidos, mísero: Lesbia,
en cuanto te veo, ya no me queda
ni un hilo de voz,
la lengua se torna torpe, y a manar
comienza una llama bajo mis miembros;
me zumban los oídos y una noche
doble cubre mis ojos.
El ocio, Catulo, te es muy molesto;
en el ocio te exaltas e impacientas.
El ocio ya perdió antes muchos reyes
y ciudades felices.

Poema LXXXV.
Odio y amo. Por qué lo hago, me preguntas tal vez.
No sé, pero siento cómo se hace y me torturo.

Poema LXXV.
A tal extremo ha llegado mi corazón, Lesbia mía, por tu culpa,
y tanto se ha perdido por su misma fidelidad,
que ahora ya no puedo tenerte aprecio, aunque te vuelvas la mejor de todas,
ni dejar de quererte por mucho que hagas.

Poema LVIII.
Nuestra Lesbia, Celio, aquella Lesbia,
aquella Lesbia a quien Catulo amó,
más que a sí mismo amó, más que a todo lo suyo amó,
ahora en esquinas y en callejuelas
se las pela a los magnánimos nietos de Remo.

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